La liberación de la mujer, plasmada en la piel de la conocida Shishi de Colores
“El cuerpo es el templo del alma”, explica Valentina Zepeda, quien a sus 30 años es tejedora de historias con la aguja, con la tinta de colores, los murales y de su aula de clases con mentes abiertas para conocer más sobre el arte de ayer y hoy.
Por Valentina Echeverría
Diseñadora gráfica de profesión, tatuadora de oficio, profesora part time, hija y hermana menor entre 3 consanguíneas; una mujer del norte de Chile que lleva mensajes y figuras calcadas en su piel decorando su “templo”, como a ella le gusta referirse a su cuerpo. Desde sus pies hasta su cara, enmarcada por su pelo negro con mechas azules y adornada con un tatuaje sobre la ceja, un piercing en la posición de un bindi y un septum en su nariz.
Se despierta temprano con más ánimo que muchas personas, después de decidir ser dueña de su vida, tomando su tiempo para invertirlo en algo que ama y que le da sustento para vivir de manera digna en la ciudad de La Serena.
En esta sociedad es un riesgo renunciar a un trabajo estable que sustenta la salud o cotizaciones previsionales, entre otros. Un riesgo que le quebró el mundo a la familia de Valentina, llenándolos de angustia por lo desconocido en un espacio que antes era muy mal visto como es el tatuaje. Un riesgo que mantiene hasta hoy, luego de apelar a la sabia frase “mejor pedir perdón, que pedir permiso”, entendiendo que “el tatuaje es una forma de ver el arte, de expresar lo que uno siente, de comunicar lo que te está pasando, momentos de tu vida, cosas que te han marcado, te gusta también marcarlos en tu piel”, cuenta Shishi. Así, ese “riesgo” la llena de buena vida tanto a ella, como a su familia y a sus clientes.
Desde que decidió dejar su trabajo de oficina en una agencia de comunicaciones y dedicarse al mundo del tatuaje trabaja en su casa, con horarios de oficina donde las paredes guardan historias de superación, de dolor, de alegría y de resiliencia para darle un significado único a su arte que quedará plasmado por siempre en el cuerpo de sus clientes.Por otra parte, el dolor que muchas personas llevan en su piel no viene de situaciones aisladas, sino que de momentos que muchas personas comparten. Viene de la pandemia, viene de las injusticias sociales, de la discriminación, de la ansiedad, de la desigualdad, de las mujeres que buscan a la Shishi para compartir sus penas entre compañeras y transformarlas en símbolos que les traen más fuerza y crean resiliencia.
¿Cuál crees que es la relación del cuerpo femenino con las representaciones del cambio cultural?
Yo creo que es una liberación que ha tenido uno en cómo expresa lo que siente desde su ropa hasta sus modificaciones corporales o el color del pelo. Creo que hemos ido cambiando junto a la globalización, que igual nos ayudó un montón a que personas que estamos aquí en Chile logremos ponernos un bindi o algo que ocupan en la India, entre otras cosas que nos acercan a otras culturas que también nos gustan y nos sentimos parte, aunque también nos gustan y nos hacen sentir parte a pesar de estar a muchos kilómetros. También creo que la globalización y el conocer otras culturas nos ha ayudado a reconocer que ya no es necesario cumplir con los cánones de belleza de otros lugares, siendo que tenemos nuestros propios cánones de belleza latinoamericanos y eso nos ha ayudado a aceptarnos, a comprender que nuestros cuerpos y facciones son tal cual y así lo tenemos que querer, o sea, tenemos pelos por algo, somos más pequeñitas por algo, y la aceptación y el amor hacia nuestros cuerpos tal cual son marca un antes y un después en la cultura.
¿Qué relevancia crees tú que tiene el rol de las mujeres en tu entorno?
A mí me pasa mucho que como tatuadora se da que me buscan más mujeres para que las tatúe. A veces me preguntan ¿tú tatúas hombres? y sí, tatuó hombres, pero se me da más con mujeres. Puede ser por la confianza que se da entre nosotras de tatuarse zonas que de repente les da vergüenza mostrárselas a algún hombre, también por el tema que el tatuaje igual es como un rito, donde se cuentan cosas. Hay gente que se tatúa por la muerte de un ser querido, por superar enfermedades y se empiezan a contar esas historias en las sesiones donde las mismas personas expresan lo que significa el tatuaje que les estoy haciendo. Entonces, se podría decir que es como una especie de terapia, porque se crea una confianza, una hermandad con los clientes y yo creo que el rol de la mujer en el tatuaje le agrega algo más sentimental. Yo igual le comparto a mi pareja hombre estas experiencias y me dice que a él no le pasa tanto, quizá yo soy muy buena para hablar también.
¿Crees que las mujeres deben expresar públicamente sus derechos? Si es así ¿Cuáles crees que son los más importantes en este momento?
Yo creo que esa es una deuda que la sociedad tiene con las mujeres, de haber reprimido tantos años que nosotras no pudiéramos expresar las cosas que son obvias, pero antiguamente no lo eran, por ejemplo, el derecho reproductivo que yo creo que en Chile aun esta súper al debe con el tema del aborto, poder decidir dónde, cuándo y cómo queremos ser madres, que al final es un derecho fundamental que se tiene que expresar. Como tatuadora y como muralista, en colectivo con otras mujeres que se dedican a lo mismo como “GraffiTodas” y “FinasCrew”, es algo que hacemos visible más que nada en las marcas del 8M y es algo que también ayuda a que cada vez los derechos de las mujeres sean más visibilizados, al igual como los derechos de las mujeres artistas que, imagínate si los artistas ya han sido muy vulnerados, como será para las mujeres artistas. Es como un deber muy grande de la sociedad.
¿Qué palabra crees que identifica a las mujeres jóvenes de tu comunidad para transformar a la sociedad?
Poderosas: las chiquillas tienen superpoderes, son mujeres súper empoderadas, tienen el poder de mostrar lo que hacen, de expresar y comunicar esta lucha feminista tanto desde cualquier rama de las artes, ya sea poesía, muralismo, tatuaje, música y todas lo expresan desde el alma, sin miedo, con fuerza y ese yo creo que es el superpoder.
Tiempos de colibrí
¿Cuál crees tú que ha sido el rol de las mujeres de tu familia en la economía del núcleo familiar?
Dentro de mi núcleo familiar, entre mi mamá y mi papá igual se aportan. El rol de la mujer en mi familia en sí siempre ha sido súper fuerte. Somos 3 hermanas, las 3 súper trabajadoras. Mi mamá también, desde ser dueña de casa hasta tener su propio trabajo, ella siempre ha estado en el empoderamiento. Nunca he tenido la mentalidad de que mi papá la tiene que mantener, ni nada de eso. Creo que desde ahí viene mi postura con mi compañero de casa, porque entre mi mamá y mi papá siempre se reparten las cosas a medias y siempre se ha visto así, incluso desde mis abuelos, porque mi abuela también trabajaba (fuera de la casa).
¿Cuáles fueron las responsabilidades de los integrantes de tu familia o convivientes cuando empezó la pandemia?
Cuando comenzaron las cuarentenas yo estaba viviendo junto a mi compañero de casa y mis dos perritas, donde igual las tareas siguieron siendo compartidas. Además, tomamos las precauciones de no ver a nuestras familias, pero igual como ambos somos tatuadores y tenemos el estudio en nuestro mismo hogar, seguimos trabajando con público; aunque de forma más restringida y tomando todos los resguardos. Pero nosotros pudimos hacer esto porque el tatuaje es muy higiénico, entonces yo estaba acostumbrada a lo que la gente no estaba acostumbrada antes de la pandemia: lavarse las manos a cada rato, usar mascarilla o desinfectar todo, porque el tatuaje tiene que ser súper limpio. Eso sí, los 2 primeros meses donde no se sabía nada y había mucha incertidumbre, dejamos de tatuar y estuvimos 3 meses sin recibir clientes para tatuar, porque no sabíamos cómo se producía el contagio o qué tan fuerte era el virus.
¿Sentiste que había menos personas que se querían tatuar o era lo mismo? ¿Cómo afectó la pandemia a tu trabajo?
Siento que cuando volví a tatuar tuve incluso más clientes. Dentro de esos 3 meses que no tatuamos la gente tuvo más tiempo para pensar, sobre muchas cosas y para vivir muchos procesos, como la depresión, la angustia, y querían tatuárselos, porque la mayoría de los tatuajes que hice en ese tiempo tenían que ver con la pandemia. La palabra “resiliencia” la tatué mucho, “florecer” también. Fueron cosas que después me empecé a dar cuenta que se tatuaron mucho y después que mucha gente perdió seres queridos comenzaron a pedirme muchos colibríes, que representan a la persona que uno perdió… muchas fechas importantes de pérdidas.
¿Cómo era tu día a día durante la pandemia?
Mi rutina diaria era demasiado rara; es que había momentos en que como paramos de tatuar, nos levantábamos, yo recibía los pedidos de los cuadritos y armábamos el día con respecto a eso. Por ejemplo, teníamos 5 cuadros que hacer, entonces tomábamos desayuno juntos y armábamos en el living una mesa grande que tenemos manchada entera y nos poníamos a pintar durante la mañana. Después almorzábamos y en la tarde me tocaba dar clases online algunos días, así que a veces estaba con los niños de 3 a 5 y media, generalmente los lunes y los jueves, y luego en la tarde-noche hacía un poco de ejercicio y después en la noche compartía con mi compañero. Cenábamos algo, nos tomábamos una cosita los fines de semana y los días que no tenía clases los dejábamos para las entregas y así nos íbamos organizando. Antes de la pandemia, cuando estaba todo normal se tatuaba mucho. Por ejemplo, en la mañana me levantaba y tenía el primer cliente a las 10, después otro a las 12, después otro a las 3 de la tarde, a las 6 y a las 8 de la noche incluso. Por eso pienso que la pandemia de alguna manera me ayudó mucho para organizarme, o sea, después de que volví a tatuar en pandemia empecé a agendar a 3 personas por día y ahora me quedé así.
– Si tuvieras que decidir una emoción que te habita cuando piensas en la pandemia y que represente también a las mujeres latinoamericanas ¿cuál sería?
– Resiliencia, sin duda. Anteriormente comenté que fue una palabra que tatué mucho y cada vez le tomo más sentido. La sabiduría de sacar algo bueno de todo lo malo. Yo estoy segura de que la persona que se quejó antes igual sacó un aprendizaje de todo lo sucedido o hubo algo bueno dentro de todo lo malo, como pasar más tiempo en familia, aprender cosas nuevas, conocerse a uno mismo. A mí misma me ayudó a ordenarme y muchas otras enseñanzas que se van sacando de procesos que a veces son tristes y dolorosos.
Tejiendo una voz común
Y, hoy ¿cuál es el estilo de vida de una mujer latinoamericana hoy en día? ¿Cómo se reparten las tareas entre hombres y mujeres?
Yo creo que depende. Igual me ha tocado viajar harto y no en todas partes es como mi estilo de vida, que en verdad es trabajar todo el tiempo. Vivo sola con mi compañero de casa con quien nos repartimos las labores del hogar súper equitativamente, pero me ha tocado también ver otras situaciones de crianza, por ejemplo, donde compañeras crían solas a sus hijos, mujeres que no tienen apoyo donde hay una familia muy machista por detrás. Entonces yo creo que Latinoamérica aún tiene eso que es demasiado machista todavía. Por ejemplo, cuando fui a Perú me tocó ver en pueblitos chicos en que las mujeres estaban acostumbradas a servir y hacer las labores domésticas solas. En Bolivia también pasaba lo mismo, pero igual depende de en qué parte del territorio uno esté, las cosas son distintas.
¿Qué expresiones culturales y artísticas reconoces de las mujeres latinoamericanas?
Sabes que yo creo que lo de la mujer chilena de siempre ha sido tejer, son los telares, con la lana del campo, desde el norte con los tejidos con lana de alpaca hasta el sur con lana de oveja. La mujer tejedora siempre ha estado. Eso es lo que más me recuerda a la mujer chilena, me recuerda a mi mamá, a mi abuela, entonces yo creo que en el territorio entero hay mujeres tejedoras.
¿Cuál o cuáles son las identidades de las mujeres latinoamericanas que logras identificar?
Yo creo que las mujeres latinoamericanas somos luchadoras, somos guerreras y a pesar de la adversidad, estamos siempre tratando de superarnos y salir adelante. Entonces si me preguntas, para mí las mujeres latinoamericanas son lucha y está en la esencia de cada una, porque a pesar de que pasen mil problemas, siempre van a salir adelante, van a proteger a los suyos. Igual las mujeres latinoamericanas son alegres, trabajadoras y alegres, se puede caer el mundo y nosotras estamos ahí con una sonrisa tratando de mantener todo a flote, tenemos ese espíritu.