La tenacidad y la impotencia el hilo común de mujeres migrantes
Por Dr. Agustín Martínez, Dra. Marcela Blanco y Mg. Francis Garnica.
¡Qué luminosa habitación! Ivón Andrea More Baquero, aparece resplandeciente entre los colores pasteles y claros de su vestimenta dando la espalda a los ventanales que permiten el ingreso de luz en pleno invierno latinoamericano.
Vive en Texas, estado sureño de Estados Unidos. Habla inglés y mantiene el acento colombiano cuando se expresa en castellano. Madre de dos hijas, casada con un compatriota, ambos originarios de Bogotá. Se conocieron en la escuela secundaria y tras 19 años de matrimonio, se radicaron en 2005 en Reino Unido luego volvieron Colombia y en el 2019 se establecieron en la ciudad más grande de Houston, lugar en el que enfrentaron la pandemia y el confinamiento global.
Lideró, el primer año de establecida en la ciudad norteamericana, la organización de la EXPOMUJER2019 desde la oficina de una revista que de apoya a mujeres migrantes con otras colegas latinoamericanas en Texas y debió colocar una pausa a su labor pública para dedicarse a sus hijas y familia, considerando los efectos de la crisis sanitaria.
Dos caras de la moneda
Con convicción e intensidad no duda ante la pregunta sobre ¿cómo percibe a la mujer latinoamericana en Texas?: “Veo a la mujer latinoamericana y me sorprendo muchísimo por esa tenacidad que la convierte en una embajadora al triple”, dice de manera pausada. Al mismo tiempo, su experiencia durante la pandemia ha sido descubrir el liderazgo de mujeres de Latinoamérica en la NASA, en el área científica como misiones; como en la política en el caso de María Ríos1 de El Salvador quien encabeza un imperio en la recolección de basura; o mujeres periodistas de distintos países presentes en Univisión.
Una de las ventajas en Texas es que no existe una barrera idiomática. Inglés y castellano se utilizan en este territorio porque es una ciudad que da oportunidades a las mujeres latinoamericanas. Y como toda moneda tiene dos caras, sostiene que este estimulante espacio para el emprendimiento, se enfrenta a la paradójica desigualdad en América Latina, depende tanto de las circunstancias del viaje. Liderazgo y valentía, dice, se entremezclan, en particular para quienes enfrentan circunstancias difíciles como la violencia en sus países.
“Encuentras historias sorprendentes de tenacidad y de violencia, de tristeza, pero cualquiera sea su motivación diaria, el fin es lograr una mejor calidad de vida (…) Cuando nadie te conoce no posees el círculo social de tu país, lo que implica que dejas atrás el juicio del qué dirán y se transforma en una oportunidad genuina de empezar una vida nueva”, comenta.
Es el estatus que queda en el recuerdo de la migrante latinoamericana, explica, como una relación de dependencia de la pareja, para decidir sobre tu nueva vida. Todo depende de la historia de la migrante por cambiar de lugar de residencia. ¿Necesidad u opción? Marca la diferencia mas no la voluntad de un mejor vivir.
Vida pública y vida privada
“Hay una clasificación de mujeres dentro de la misma comunidad latinoamericana (aquellas) que llegan al país con un estatus migratorio mediante una visa y quienes llegan en una condición distinta. Viven en dos mundos distintos. Las primeras acompañan a sus maridos por traslados y se pueden dedicar al hogar, pueden trabajar, poseen comodidades y tienen un estatus económico. Esta vida profesional y social no es fácil porque se trabaja por horas, sin salario fijo y la vida pública puede disminuir considerando el cuidado de los hijos, los quehaceres de la casa. Es una sociedad en que el cuidado de los hijos es prioritario”, señala.
La libertad de trabajos por medio tiempo para mujeres latinoamericanas implica una presión alta, sostiene Ivón y al mismo tiempo ceder, en parte, la vida pública para asumir el rol de madres es parte un proceso de ajuste considerando los cambios culturales sobre el cuidado parental, derechos de los niños, y horas de trabajo fuera de casa.
Pero, la situación de mujeres de América Latina que poseen una condición diferente en lo social y jurídico es muy complejo porque dependen de las decisiones de sus parejas o sostenedores económicos siendo vulneradas en sus derechos salariales. Las migrantes en estas circunstancias han dejado sus países por condiciones similares o peores por lo cual existen historias en que terminan pagando cuotas para trabajar.
Silencio y pausa. Le afecta esta reproducción de la violencia de la desigualdad de las mujeres latinoamericanas que deciden exponerse a un territorio en que no poseen redes de apoyo quedando al arbitrio del destino que para algunas es un sino trágico de exclusión.
“A veces les pagan, otras veces no les pagan. Imagínate que algunas deben vivir la demora de sus salarios y salir con tranquilidad para evitar que las deporten. Están en la sombra de lo oculto. Encuentras un mundo de valentía y fuerza hasta donde no la hay para sobrevivir a esa impotencia”, expresa.
Tenacidad común y prácticas distintas
Existe una fuerza y tenacidad común entre las mujeres latinas más allá del estatus que posean; sin embargo, presentan diferentes prácticas considerando el país y la comuna o región a la que pertenecen desde la primera infancia. Diferencias entre la vida rural y urbana, escolaridad y territorios alejados o cercanos al centro político.
“Trabajamos en un grupo integrado por mujeres de Perú, Venezuela, México y Colombia. Cuatro historias diferentes unidas en Texas en una oficina en donde la inspiración común estaba en la creatividad y tenacidad como una sola mujer latinoamericana que, frente a la presión, se fortalece”, cuenta.
La relación con el poder masculino era el hilo invisible de la diferencia entre ellas. El comportamiento machista no termina cruzando la frontera e iniciando una nueva vida en otro país, la frase “se pone bravo” estaba presente entre algunas de las colegas de la oficina asumiendo el comportamiento cultural de sus zonas de origen en una asimetría de poder en la relación de pareja. Para Ivón la escolaridad, profesionalización y autonomía de la mujer latinoamericana es la clave para enfrentar estas prácticas visibles, sutiles e invisibles en las relaciones de poder en esta parte del planeta.
“Tenemos muchos talentos y competencias muy elevadas. La mujer hispana va a tener un rol muy importante a nivel político, económico y espiritual en Norteamérica. Cuando somos migrantes tenemos una dimensión espiritual más fuerte; la puedes llamar creencia, pero se vuelve muy fuerte y potente para momentos difíciles”, manifiesta.
La brecha tecnológica
Una asimetría latinoamericana para mujeres en países desarrollados sigue siendo el acceso y la alfabetización digital e informacional. Cruzar fronteras es atravesar tensiones de desigualdad. Durante el confinamiento las barreras se presentaron con usos de plataformas mediante computadoras y móviles. Cualquiera fuera su condición legal como migrantes.
“Una oración por teléfono digital es tan relevante cuando estás lejos de tu país. Si no puedes hacerlo de manera digital, enfrentas una barrera tecnológica y digital, especialmente, para las mujeres más allá de su condición legal… aunque no me gusta la palabra estatus, las conversaciones para nosotras es relevante”, explica.
Conversaciones híbridas
“Me di cuenta de que era necesario ser prudente y tuve que aprender, al llegar a Texas, que el habla tenía que ser universal. Yo estaba muy acostumbrada a usar el castellano colombiano, o sea, era mi forma de decir palabras que para mí eran normales y eran una grosería para mexicanos, peruanos, venezolanas o salvadoreños. Entendí cuáles eran esas palabras universales que iban a permitir respeto para ellos, de verdad respeto, y encontré unas historias de cosas tan sencillas que terminamos hablando el mismo español. Somos hispanos, hablamos español y somos tan diferentes en nuestro vocabulario y lo transformamos en algo que se llama biculturalismo, una tendencia muy fuerte en Houston que posee más de 146 lenguas (aproximadamente) que se hablan, entre esas, muchas lenguas indígenas”, comenta.
“La migración de mujeres mexicanas, de Honduras y Guatemala en Texas es alta. Y entre ellas también están presentes personas indígenas a quienes atendimos en nuestra oficina de apoyo. No sabían hablar español, inglés y sólo se expresaban en su lengua indígena. Se sorprendía durante su trabajo en la oficina de orientación a mujeres migrantes porque estaban casadas, con hijos, emprendiendo una vida tan distinta a sus territorios, un mundo diferente donde no existían comunidades de apoyo. Por eso estos espacios de apoyo son relevantes para apoyar el tránsito intercultural para la integración y socialización”, indica.
Las mujeres latinas se articulan en comunidades migrantes. Sea cual sea el nuevo lugar que habitan, inician prácticas culturales arraigadas de tejido conversacional, apoyo y colaboración. Así lo relata Ivón con claridad sobre el choque cultural en un país distinto, con la carga de desigualdad de Latinoamérica que implica para las migrantes integrarse de maneras diferentes, con un capital cultural y brechas sociales y educativas.
“Hay una mujer colombiana que unió a todas las mujeres que se la pasan en la casa y que tienen que cocinar y, entonces, cuando se reúnen, hablan sobre la cocina como inicio y culminan hablando sobre todo un poco. Nos convertimos en psicólogas de la vida, nos entregamos consejos sobre nosotras, como madres, hijas. Si se trata de temas jurídicos, apoyamos, especialmente a las comunidades indígenas”, cuenta.
¿Cuál es la emoción que vincula a las mujeres latinoamericanas?
“La impotencia Yo creo que la impotencia es una de las emociones reinas. de lo que visto con las mujeres que tenía que trabajar, tanto en un nivel muy profesional como también en un nivel bajo, ambas, en los dos lugares, hay impotencia. No poder decidir con libertad. Impotencia a cómo dedicarse a sí mismas. Las redes sociales esta tendencia del amor propio, del autoconocimiento, de reinventarse que es algo muy bueno para unas, pero, para otras, es algo irreal.
Entonces está esa impotencia de la oportunidad de tener liderazgo y al mismo tiempo dónde están las herramientas para lograrlo. ¡Ay no! ¡Mira tú! …Puedes estudiar en internet, tú puedes ir a tal comunidad, tú puedes ir a tal lugar, te van a apoyar… y ¡con qué tiempo! Si me levanto y tengo que cocinar, tengo que dejar el almuerzo listo, tengo que ir a dejar a los niños, dejar el desayuno listo, lavar la ropa, arreglar la casa, trabajar el día completo en dos o tres trabajos distintos y llegar a las 20.00 horas de regreso a tu casa”, expone.
Pandemia y retorno a la casa
“Muchas mujeres tuvimos que volver a casa”, relata Ivon. De un ritmo vertiginoso, da cuenta de mujeres profesionales con un estándar de vida acomodado, tuvieron que realizar teletrabajo y ser, al mismo tiempo, asesoras del hogar. Desarrollaron como una red híbrida de tejedoras latinas con un espacio de compasión y a través de la pantalla. “Se nos olvidó de qué país éramos, simplemente creamos una comunidad colaborativa de necesidades básicas de alimentos para los mayores, remedios para los enfermos, apoyo y contención entre nosotras”, narra.
Se emociona cuando describe su formación como coach dejando en pausa la oficina para dedicarse a tejer conexiones de afecto: “Cuando nos dejaban movernos en el carro, entonces unas cocinaban para las otras”, relata.
¿Quieres que hoy te cocine para que tú puedas trabajar?
¿Puedes hacerlo? Sí, listo. Yo te llevo tu almuerzo y para tus hijos ¿cuántos son?
“…Nos dimos cuenta de que necesitamos ayuda… No sé cómo hacer las tareas de matemáticas… Mira, la profesora pasó esto y me sirvió, te lo envío. Dejó de ser importante de dónde eres. Ya no importaba eso sino cómo te ayudo”, señala.
La quimera de la felicidad
El aprendizaje durante la pandemia para Ivón fue que comprendió que la idea de felicidad antes de la crisis se basaba en el control. Feliz si su madre, padre, hijas y esposo estaban felices. Esa concepción estaba acompañada de ansiedad por lo que el estrés era parte de una forma de vida anterior a la pandemia. El confinamiento, el cambio en 360 grados de vida le permitió descubrir sus talentos como coach de mujeres a través de las comunidades virtuales que se crearon para apoyarse colectivamente para resolver cuestiones domésticas, de salud y logística.
Era lo cotidiano y simple de articular la felicidad de estar y ser. Ante la pregunta sobre la felicidad en la actualidad, sostiene sin dudar que sí y qué significa estar contenta ya que no le falta nada importante. El desarrollo personal y técnicas de autoconocimiento e inteligencia emocional le permitieron ampliar su mapa mental mejorando su vida interior. “Feliz porque estoy respirando… me conecto con gente de la India, del Medio Oriente, de África y de Europa. Dicto conferencias en inglés con un clic de conexión con el mundo entero para hablar de las emociones”, apunta.
Las raíces del tejido de Ivón More
Una experiencia de acoso de un compañero de primaria que perseguía a las niñas en los baños significó tal nivel de presión y frustración porque los profesores no le creían de la situación; que se cansó y sus padres la apoyaron para defenderse y enfrentar al niño. Es el momento lo reconoce como fundamental en las prácticas de colaboración, unidad, construcción de redes y apoyo a las causas de mujeres en su país y por donde transita hoy junto a su familia. Nace su pasión por liderar siendo presidenta estudiantil en su establecimiento educacional.
“Fui mamá joven y quedé embarazada a los 19 años durante el tercer semestre de la carrera. Estudié derecho y soy abogada”, señala. Y si bien ser madre, dice, es una de las experiencias más enriquecedoras que una mujer puede tener; no fue fácil porque a nadie le enseñan lo que significa. Pero la figura de su madre es muy fuerte en ella.
“En mi familia, la mujer es la que tiene las riendas, la que toma decisiones. Todas trabajan, son algunas solteras y otras separadas. Mi abuelita era la que le ayudaba a mi abuelito. Tenía todo en orden, ella era emprendedora y mi mamá profesora. Yo siempre vi a las mujeres en mi casa emprendiendo, siendo profesionales”, indica.
Su abuela apoyaba a muchas personas que no eran de su familia. Una mujer fuerte y valerosa que fue capaz de criar 9 hijos y de otras personas. Generosidad que la marcó y que también aprendió de su madre, una mujer apegada a las tradiciones y como todas las mujeres de la familia, la música es un hilo conductor: “a mí me enseñaron antes que caminar a bailar”, concluye.