La lucha de ser indígena urbana y romper estigmas desde la artesanía
Por Dr. Héctor Farina Ojeda
Con una identidad fuerte, Alelí Mejiaz Bautista es una artesana indígena de la comunidad wixárika. Se considera una wixárika urbana porque vive en Guadalajara, Jalisco, México. Licenciada en Diseño de Artesanía, madre, hermana y trabajadora, ve a las mujeres latinoamericanas como grandes luchadoras. Y mira con orgullo a las mujeres de su pueblo porque defienden su cultura y su identidad a pesar del machismo y de la discriminación todavía vigentes.
“Nací en Guadalajara y últimamente me considero una wixárika urbana en la ciudad. Mis papás nacieron y crecieron allá -en la comunidad- pero tuvieron que emigrar. Yo aquí vivo, tengo 28 años de edad y hablo la lengua wixárika”, dice Alelí. Sus padres son wixaritari (plural de wixárika) de Mezquitic (al norte de Jalisco) pero migraron a la ciudad en busca de oportunidades de empleo y educación.
Ella es una mujer libre que toma sus propias decisiones, aprendió a enfrentar la discriminación y a abrirse camino como artesana. Crea colores y sentimientos, hace tejidos con chaquira, collares, y deja en sus obras un legado de cultura y sensaciones que la reconfortan. Alelí es madre soltera, es la hermana mayor de sus 6 hermanos y es la que cuida a los más pequeños, además de trabajar en la artesanía.
Su abuela siempre estuvo inmersa en la comunidad; su madre emigró a la ciudad; y ella es la wixárika urbana que pudo estudiar. Entró a la escuela primaria a los 8 años y con el apoyo de una ONG siguió estudiando hasta convertirse en Licenciada en Diseño de Artesanías.
Alelí ve a las mujeres latinoamericanas y mexicanas como fuertes, luchadoras, que no se rinden ante los obstáculos y que siempre buscan la manera de sobresalir. Y las wixaritari tienen, además, la lucha por la identidad comunitaria, por defender su cultura, su lengua, su forma de vestir en un contexto en el que todavía se las discrimina por ser diferentes en la ciudad.
¿Cómo percibes a la mujer latinoamericana?
Una mujer latinoamericana es todo, sea indígena o no indígena. Siento que son mujeres que se esfuerzan mucho, que trabajan y que a pesar de cualquier situación están para darle con todo, no se rinden y a lo mejor como todo momento puede haber bajas pero ellas están ahí para dar la cara ante cualquier situación. Son muy trabajadoras, muy luchonas.
¿Cómo podrías definir a las mujeres mexicanas?
Las mexicanas se me hacen muy aventadas para adelante, que no hay obstáculo que no podamos lograr. Yo me veo, veo a mi mamá, veo a otras señoras y siempre es así ya sea por los hijos o por una misma para salir adelante, pero siempre con la actitud positiva para poder realizar las cosas.
¿Y las wixaritari?
Son muy trabajadoras, son personas con mucha cultura. No quieren perder sus raíces, su cultura. A ellas no les da pena cómo visten como wixárika o de lo que hacen: tortillas, hablar en su lengua… No hay discriminación que valga para dejar de hacer algo, son muy trabajadoras y comprometidas con su cultura.
Percibo que tienen una identidad muy fuerte, muy marcada…
Así es: identidad fuerte y pues un gusto con todo lo que hacen. A lo mejor no se tienen las mejores oportunidades, vivienda o dinero, pero ellas siempre están viendo qué hacer o cómo poder sustituir lo que hace falta con otras cosas.
¿Cómo te definirías como trabajadora: artesana, tejedora, comerciante?
Creo que soy una artesana que desde muy chica eligió dar a conocer su cultura a través de la artesanía, por medio de la vestimenta, la lengua y conservarla porque no es fácil, todavía está la discriminación muy fuerte. Por ejemplo, yo entro vestida de wixárika a una tienda y siento las miradas como que te dicen “esa qué hace aquí”; o a un restaurante y todos se alejan, como que no te quieren tocar. Y yo pues digo “no soy un bicho raro, soy una persona”. Entonces quiero acostumbrar a las personas a lo “raro”, que existimos, que estamos en el mundo a pesar de que quisieron desaparecer a los indígenas (…) somos seres inofensivos y no hacemos daño a nadie. Y pues sí, soy artesana wixárika.
¿Haces algún tipo de tejido?
No específicamente. Yo trabajo con chaquira, sí hago pegado de chaquira, y coso mi ropa pero ya en máquina. El bordado lo sé poco.
¿Cómo es el tejido con chaquira?
Es aguja e hilo, vas tejiendo tu pulsera o collar.
¿Qué significa para ustedes tener esa fórmula única que haga el tejido diferente?
Es tranquilizante, crear colores y hay sentimientos. A veces estoy feliz o triste, pero trabajando. Yo creo mucho esto que cuando compras algo artesanal no te llevas sólo el objeto sino una parte del artesano -que no sabes cómo estuvo ese día, si feliz o triste- y te llevas esa parte, y además está el plus del significado de la cultura de cosmovisión wixárika. Son muchos sentires, pero siempre te dan tranquilidad. Hay muchos sentimientos, pero al final siempre es padre cuando una persona se lo lleva y le gusta. Entonces una siente que lo que hizo estuvo bien.
¿El hecho de vestirte como wixárika es parte de representar tu identidad ante el mundo?
Sí, es todo, hablar y cómo conservas tú la identidad y la cultura; yo por medio de la artesanía, por medio de la vestimenta y la lengua, por medio de que sigamos produciendo nuestras costumbres y llevarlas a cabo para que no se pierdan. Por eso a mí me interesa que sigamos siendo una cultura fuerte, sigamos enseñando a nuestros hijos, hermanos.
¿Cómo es un día de tu vida?
Mis padres son artesanos y nunca pudieron hacerse cargo de mis hermanos. Entonces cuando se cerró la casa hogar me hice cargo de ellos. En la actualidad me hago cargo de los dos chiquitos todavía. También soy mamá soltera de una niña de dos años. Trato de enseñarles todos los días a trabajar, a no olvidarse de dónde son, pues a trabajar más que nada porque en el mundo es así, trabajar y estudiar. Actualmente uno estudia la preparatoria y uno la secundaria. Y mi hijita todo el tiempo está conmigo. Es levantarnos e ir a trabajar.
Hablando de estilos de vida ¿qué te gusta hacer?
Me gusta mucho trabajar mis artesanías, estar con mi hija. Me gusta trabajar porque me hace vivir, el no trabajar me haría volverme loca y si me quedo en casa me pongo a hacer alguna artesanía, coser mi ropa (…) juego con mi hijita, lo que más disfruto es estar con mi hija. En un futuro no muy lejano me gustaría estudiar inglés.
¿Cuándo eres feliz?
Cuando estoy con mi familia, cuando voy a mi comunidad, cuando aprendo cosas nuevas, cuando soy empática con una mujer como yo. Hay muchas cosas que me hacen feliz. Jugar fútbol también me hace feliz.
¿Qué momentos destacas de tu vida?
Cuando terminé la licenciatura porque nunca pensé en tener esa gran oportunidad, cuando me superé, cuando logré romper el estigma de mujer indígena que tiene hijos y se dedica sólo a los hijos. Ser una mujer diferente a lo que se ve en una comunidad, ahora soy una mujer libre y feliz que hace lo que le gusta por iniciativa propia, disfruto mucho eso. Mis logros son mi licenciatura y mi hija. Quiero enseñarle a ser una mujer libre y sin miedos.
Como mujer indígena, ¿crees que tuviste las mismas oportunidades para el trabajo y la escuela que los hombres?
Cuando yo estudiaba en la casa-hogar nos enseñaban que éramos iguales y teníamos las mismas oportunidades, pero pesa mucho el machismo, eso de tú sí, a ti sí te vamos a ayudar más porque eres hombre. Sí, me tocó que me mandaron a una casa sólo de estudiantes y al primero que mandaron fue a un hombre (…) por ser hombre le dieron una beca súper padre y al final no lo aprovechó. Y cuando llegué yo fui la segunda, pero a mí ya no me dieron esa beca súper padrísima, fue más de ‘arréglate tú, luego te damos lo de la casa’.
En la universidad yo tenía mucho miedo de presentarme como wixárika porque al estar en casa-hogar todo el mundo sabía que yo era una wixárika. Entonces empezaron a discriminarme, a decirme que ‘pinche india, no sé qué’. Iba por la calle con mi mamá y su vestimenta y decían ‘ahí va la María, ahí va la india’. Todo eso es súper fuerte, de verdad, tuve que luchar mucho.
Cuando entré a la licenciatura no dije que era wixárika, pero conocí a una persona que es activista y me empezó a llevar a los lugares wixárika, porque me aparté un tiempo, y ahora que volví no quiero apartarme nunca más.
¿Te parece que las tareas en el hogar se reparten equitativamente entre hombres y mujeres?
En mi casa sí (…) todos somos iguales: tú trabajas, tú barres, tú trapeas y así, ustedes ayudan y yo les ayudo. Me gusta que mi hermano que vive conmigo es súper accesible; se levanta y ya está en la cocina haciendo de comer, en la mañana ya limpió y he logrado trabajar muy bien en equipo con mis hermanos.
¿Existe el mismo derecho para el entretenimiento para las mujeres y hombres?
En mi comunidad, ahorita las mujeres ya no quieren ser como antes, ya no quieren ser la mamá, la ama de casa o la que solo hace las tortillas. Ahora la mujer ya hace muchísimas funciones: van a la leña, hacen de comer, juegan con sus hijos, van por las vacas, hacen un sinfín de cosas. Hay mamás solteras que tienen que hacer de todo porque el hombre está ausente. Yo juego fútbol en un equipo wixárika en Guadalajara y me gustaría que las wixaritari se den esa chance, he visto a mujeres mamás que se miran cohibidas, pero al entrar a la cancha son otras, se liberan y por eso las invito a jugar aunque sea un rato.
¿Te queda tiempo para el entretenimiento?
Yo me dejo el domingo para el ocio. Ese día es que si me voy a tomar una chela (cerveza), que si voy a jugar fútbol o estar con mis hermanos. El domingo es para mí.
¿Antes de ser madre, tuviste miedo a la maternidad?
Sí, tuve miedo porque yo no sabía qué le iba a enseñar a mi hija. A mi mamá la casaron a fuerzas y tuvo que ser mamá joven… y entonces me dije que yo iba ser mamá de grande (…) Entonces cuando soy mamá a los 26 pensé en qué le voy a enseñar… pero cuando vi a mi bebé cambié completamente. Ahora adoro ser mamá.
Tu relación con el tiempo: ¿siempre estás corriendo de un lado a otro?
Sí, estoy aquí y allá, buscando cosas. Estoy todo el día y a la noche cuando quiero descansar y ver una película ya estoy cansada y me duermo.
¿Te sientes presionada por el entorno social?
Sí, me presiona porque la gente quiere que piense y actúe como ellos, o que te acoples a cómo ellos quieren que seas. O a un rango de personas: como que la mujer tiene que ser seriecita, no tiene que tomar, tiene que estar bien vestida. Y no, no es así, debe ser como una quiere ser. Yo me describo como una mujer muy libre, una mujer que hace lo que le gusta, y a algunas se les hace muy tosco esa forma de ser, como esas personas de mi comunidad.
Y en la ciudad, algo que me sorprendió hace poco fue que llevé a mi hijita vestida de wixárika y ella -alguien de la comunidad- me dijo ‘¿Pero por qué la vistes así?’ Y le respondí que porque mi hija es wixárika y es su manera de vestir. “Ay no, yo que tú le pondría vestiditos”. Le dije que yo no la iba a dejar de vestir como wixárika porque es su identidad. Se me hizo muy violento que me lo haya dicho alguien indígena.
¿Te da miedo ser discriminada en las calles?
Actualmente ya no, ya aprendí. Porque ahora voy en la ciudad con mucho orgullo y el orgullo hace que, si una persona se te quita, sabes que esa persona es la pobre de la mente (…) Siento que educamos a las personas con hechos, no con palabras, demostrando qué eres y qué haces, dándoles un poco de conocimiento de cómo eres y de dónde vienes. Así van comprendiendo que nos parecemos mucho, somos similares: todos tenemos religión, creemos en algo, y al final de cuentas somos humanos.
¿Algo que te dé miedo?
La violencia en las calles, que mi hija o mi hermanita salgan a la calle y ya no vuelvan. Porque ahora la violencia está muy fuerte en Guadalajara, sobre todo contra las mujeres.
El camino que siguió Alelí no ha sido fácil. Siempre tuvo que ser fuerte frente a la violencia, al machismo, la discriminación y las voces que la trataban de hacerla sentir menos. Su abuela le heredó a su madre la cultura, y su madre le heredó además la valentía. “Las mexicanas somos fuertes”, dice con orgullo desde su resiliencia y desde la certeza de que le daría la mano a las mujeres que lo necesiten.